Un hormigueo me recorre la espalda y los riñones, no pueden ser nervios, porque llevo haciendo esto mismo. muchos años pero no lo puedo remediar.
El olor del Sidol en mis manos, al limpiar la corneta pulirla ya abrillantarla, el poner el capirote en su rejilla cónica y ajustar los ojos, el último repaso a los botones, aunque sé de sobras que no falla ni uno, los bajos de la capa con aquella mancha de aceite que se implantó allí un año de lluvias y que nunca más se ha marchado. El cíngulo, los guantes nuevos que huelen ya a pasión y a incienso...Todo eso me hace vibrar de una forma que no llego a comprender.
Me gusta mirar mi hábito en su funda, como si fuera algo que hay que preservar de los vientos impuros del mundanal ambiente humano, como si fuera algo que aunque es mío, no me pertenece, sino que en ocasiones yo lo llevo puesto.
Lo saco, y el olor a luna nueva de primavera inunda la habitación. Mi hábito huele a redoble y a incienso, huele a las flores del paso, mi hábito tiene su propio olor, como si las hebras de hilo hubiesen absorvido cada partícula de aroma a Semana Santa y ahora lo emanasen por la habitación Aunque el jabón y el agua cumplan con su funcion, ahí sigue año tras año ese aroma especial.
Lo aspiro con fuerza, y el aroma me llena los pulmones y se esparce a lo largo de mis células, no cabe duda de que este estraño espíritu lo embarga todo, cada rincón de mi y de mi alma
Hoy me voy a poner mi hábito y a salir a la calle reprsentando a mi cofradía en el piquete, no pueden ser nervios, pero lo son.
Sé que cuando las puertas de San cayetano se abran y un haz de luz entre a la iglesia junto con el murmullo de las personas que se apelotonan en la plaza, cuando el estandarte proyecte su sombra sobre mi rostro ya cubierto, cuando traspase el umbral del templo, una emoción tremenda me va a embargar de nuevo, un nudo en la garganta me va a impedir tragar saliva y la boca se me va a secar, sé que mis primeros pasos van a ser titubeante y sé la Semana santa estará en la calle y yo con ella un año más
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