jueves, 13 de diciembre de 2012

Lucía

Lucía nació en un pueblecito de la provincia de Zaragoza,  pero desde muy pequeñita aprendió lo  cruel que podía ser la vida, a los tres años perdió a su madre y a un hermano Valero. Se quedó huérfana con su hermana Fidencia y su padre, que era arriero quien al poco volvió a casarse con una tía.

Pronto a lo mejor demasiado, cuando era una hermosa muchachita de pelo oscuro y cabellos ondulados  cortos a los Garçon, supo que estaban en guerra. Tras los años de  efímera libertad de la república , a su novio Antonio, un muchacho enjuto y guapetón de su mismo pueblo, que estaba en la mili, le tocó  ir a filas en el bando nacional y de paso, luchar en las batallas más cruentas, el Ebro, Belchite...
Ella  recibía cartas donde en un lenguaje secreto entre los dos él le indicaba por medio de letras señaladas  en el texto, el lugar en el que se encontraba y otros mensajes privados.
A Antonio la guerra le marcó para siempre, fue un misterio para todos que es lo que guardaba en el corazón.
Lucía, se casó y fue madre,  en una dictadura. Supo lo que eran las cartillas de racionamiento, vió camiones que  marchaban por la carretera llenos de hombres,  vivió   la tristeza gris de un país que  se recuperaba de una sangría y vivió su propia guerra cuando su primer hijo, que había nacido enfermo murió a los once años.
Aún así supo seguir hacia delante,  por su hijo Manolo y el pequeño Antonio que nació  cuando su hijo mayor era solo un recuerdo.
Trabajó de sol a sol, cuidando a su familia, cuidando a los animales, trabajando en el campo,  cuidando siempre de otros...Nunca nadie la oyó quejarse, ni siquiera cuando  estaba torciendo ajos  un 26 de julio y  se puso de parto. Sin  soltar un ¡ay! se levantó del torcedor y musitó  " me voy a pàrir"
sobre sus hombros fundó una familia, llegaron los nietos,  y  aquí es donde yo la conocí,  con su pelo cano, sus manos nudosas, sus ojos felinos, su cara ancha y sus andares briosos.
Muchos dicen que soy su vivo retrato, que tengo su carácter y sus maneras, pero no es verdad, yo no tengo el honor de parecerme a ella, yo no soy tan valiente, yo no soy ni seré nunca tan  mujer como ella lo fue.
Mi abuela, Lucía Roy, se marchó en silencio  una madrugada de noviembre sin que pudiera decirle  adios, pero ella sabe  que vive en mí, que mi corazón siempre será su casa y que será un honor para mi poder contarles a mis hijos como era esta gran mujer, una biblioteca que ardió sin dejarme leer todos sus libros, pero  a la cual tengo la suerte de haber acudido en muchas ocasiones a  tomar prestadas tantas historias.
 Hoy abuelita es tu cumpleaños y tu santo, aunque no lo quieras creer te he notado cerca, paseando entre los recovecos de mi corazón
Gracias por todos los años que pasamos juntas, me gustaría que hoy  como en tantas otras ocasiones alguien me dijera "  Eres Lucía perdida"


1 comentario:

Opina, porque el que tiene boca se equivoca