Cuando se camina por los senderos de la montaña más cuando el camino es largo,a veces la caminata se vuelve mecánica, una pone una bota detrás de otra y mira las piedras del sendero para no caerse, para no recordar que le pesa la mochila o para evitar que el sol te de en los ojos.
En esos momentos nos perdemos paisajes y bosques, nos olvidamos del cielo azul del valle verde y de la impresionate banda sonora del cantar de los pajarillos. En esos momentos no caminamos, simplemente nos desplazamos.
A veces cuando esto pasa es bueno pararse y respirar un poco, beber agua y llenarse de nuevo los ojos con lo que nos rodea.
A veces es bueno pararse a pensar por qué nos pusimos a caminar de madrugada y a veces es necesario sentarse un poco, bajo una buena sombra a ver pasar otros caminantes por delante nuestro.
Detenerse y descansar, meter los pies en un arroyo, tumbarnos en la hierba y rodar por una ladera, cerrar los ojos y escuchar las hojas movidas por el viento, respirar los aromas del campo y llenarte las retinas de cosas nuevas y frescas. Entonces cuando las chinas que nos herían los pies son solo unn recuerdo, cuando hemos alisado todas las arrugas del calcetín, cuando hemos recordado el fin de nuestro caminar y volvemos a ver la cumbre llamándonos hermosa y desfiante y al camino como una experiencia maravillosa , no como una rutina... ha llegado el momento de continuar.
Es el momento de revisar la mochila, tirar lo accesorio, ponerse de nuevo las botas y seguir hacia delante.
No merece la pena caminar senderos mirando al suelo
No merece la pena hacer las cosas por rutina
No merece la pena hacer algo sin ilusión
No merece la pena vivir por obligación
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